Erase una vez...
... un hombre perseguido por los enemigos que entró en
una casa donde vivía una abuelita y le pidió ayuda.
La abuelita, muy tranquila le dijo “pasa,
pasa, siéntate …” y le dio a tomar una taza de té. El hombre tomó
el té, le dio las gracias y, cuando se puso de pie la abuelita le sirvió una
segunda taza diciendo “siéntate y toma otra taza de té”. Un
poco intranquilo, se sentó y tomó esa segunda taza de té. La tranquilidad de la
abuelita, esa segunda taza de té … salvaron su vida, y pudo escapar de las
manos del enemigo huyendo por un camino que le enseñó la abuelita.